“Los turistas no son bienvenidos”. En las profundidades de París, 35 metros por debajo del asfalto, hay un lugar en el que una cuidada colección de libros descansa en la oscuridad a la espera de que unos pocos elegidos recorran varios kilómetros de estrechos pasillos de piedra hasta llegar a la biblioteca secreta de la capital francesa.

Apenas un reducido grupo de entre 50 y 80 personas saben de este curioso lugar con un aura mágica al que se accede por una alcantarilla y en el que es relativamente sencillo cruzarse con algún hueso humano, vestigios de los más de 1600 años de historia de estas catacumbas.

El fotógrafo de origen alemán François Klein se coló en este exclusivo círculo de ‘ratas de biblioteca’, que se han autodenominado ‘piratas subterráneos’ y que no duda en usar la fuerza para evitar que los intrusos accedan a su pequeño santuario, para recorrer con ellos parte de los más de 300 kilómetros de túneles subterráneos de París.